viernes, 26 de enero de 2018

Yo a usted lo conozco de algún lado

En el separatismo todo es amor y flores hacia la Cataluña suburbana a la que necesitan con desesperación para llevar adelante su agenda. Hasta les montan asociaciones como Súmate, promotoras de un ficticio entusiasmo independentista dentro de la masa castellanohablante, y ponen a gente como Eduardo Reyes y Gabriel Rufián como "cuota charnega" en sus listas electorales. Claro que todo tiene un límite, y periódicamente, sobre todo cuando se dirigen a su propia capilla, esos mismos separatistas estallan y se abandonan al supremacismo más vulgar. Artículos como Cornellà no es como Catalunya, publicado en el emblemático digital secesionista El Nacional, estigmatizan a las ciudades catalanas donde la gente, inadaptada, vota a Ciudadanos. Su autor, Jordi Galves, no deja tópico sin aplicar:

Cornellà forma parte de la Catalunya española, de una tierra fuertemente castellanizada, colonizada, asimilada, en buena parte, a España y olé, donde los catalanohablantes vivos son minoritarios y a veces invisibles, remotos, una tierra donde la inmensa mayoría son inmigrantes o hijos de inmigrantes y viven exclusivamente, aisladamente, en español. Una tierra de nacionalismo español muy marcado, de españolismo. Una tierra donde solo hay un colectivo que se cree superior a los demás colectivos y que ha decidido no integrarse en Catalunya.(...)
Yo he conocido un encendido desprecio por Catalunya en esta tierra plural y diversa de Cornellà donde la cultura era sólo un desagradable distintivo de ricos, una marca de disidencia, donde además la cultura catalana era vista como una imposición intolerable de una gente desconocida a la que se odiaba o se despreciaba.

Se echa de menos alguna alusión a los toros y la pandereta, pero la idea más o menos está: charnegos caca, arrogantes en su inferioridad, impermeables a la cultura y el pensamiento, en definitiva imposibles de convertir a la verdadera fe.

Como en esto de estereotipar ningún indepe quiere ser tachado de flojo, en un reciente artículo del no menos representativo digital Vilaweb se redobla la apuesta. La pieza, titulada Els quinquis, supera con creces el alto listón dejado por Galves:

Quan la meva generació érem canalla, dels bàrbars en dèiem gamberros, perquè ens prenien el tigretón i penjaven la pilota. De més grandets es convertien en quinquis: ara ens fotien el rellotge (‘el peluco’) i les peles.(...)
García Albiol ha representat una frontissa entre les dues civilitzacions, és una mena de mutant. Precisament la inversió radical de la relació de forces entre PP i Ciudadanos ho palesa: la dreta tradicional, llastada per les formes sòlides del passat, està agonitzant, mentre emergeix la nova, la dreta líquida. Les intencions són idèntiques (o pitjors), però canvien els modes. Els nous quinquis del parlament ens exigeixen el peluco i la cartera a crits, amb fatxenderia, amb el mateix posat que al parc.

Para que nadie se despiste, el autor deja claro, como al pasar, que estamos hablando de castellanoparlantes:

Ho van aprendre a casa, en aquestes llars on la pedagogia s’imparteix a cop de tepartolaboca i el tutecallasporquelodigoyo, i després la televisió i les xarxes, amb un discurs oposat al de l’escola, ho han sedimentat.

Y es que, como es sabido, el maltrato paterno no ocurre en hogares de habla catalana, y si ocurre los padres se pasan al castellano al momento de victimizar a sus hijos.

Al leer un artículo así, llega un momento en que uno se pregunta quién es el autor capaz de implementar semejantes cotas de estulticia. Fui arriba de todo y me encontré con que el supremacista de turno se llamaba Pau Vidal. Pau Vidal, Pau Vidal... ese nombre me sonaba de algo. Hice la búsqueda lógica: Pau Vidal + charnegos.

Bingo. Pau Vidal es quien prepara los crucigramas para la edición catalana de El País. Hace tres años, Vidal usó una polémica definición:



XARNEGO: A València és un gos caçador; aquí una cosa molt pitjor.

Uno no puede menos que estar de acuerdo en que la palabra xarnego significa un perro cazador en tierras valencianas. Lo que no está claro es por qué en Cataluña significa algo mucho peor. ¿Está implicando Vidal que un charnego es peor que un perro?

La definición causó gran revuelo, con cartas al director de El País. El asunto llegó a la defensora del lector del periódico, quien a su vez contactó a Vidal. Así se defendió este:

"En el caso que nos ocupa, la definición que puse se define, A València és un gos caçador i aquí una cosa molt pitjor, precisamente porque se trata de un insulto: por eso es mucho peor. (...) Cuando redacté las definiciones de aquel día nunca en ningún momento se me ocurrió que alguien pudiese interpretarlo de manera ofensiva (...) ¿Cómo iba a querer ofender yo a los xarnegos cuando soy uno de ellos? Mi segundo apellido, Gavilán, es de Jaén. Es más, yo mismo, antaño, fui insultado con ese epíteto."

Pau Vidal es un filólogo y no desconoce la importancia de la precisión en el uso de los vocablos. Un insulto es en efecto peor que un perro cazador, pero en el crucigrama no estaba definiendo la palabra INSULT, estaba definiendo la palabra XARNEGO. Sin embargo, cabía en aquella oportunidad concederle el beneficio de la duda: quizá la prisa en terminar el crucigrama, quizá el intento de forzar el humor lo habían llevado a trastabillar sin querer, máxime cuando él mismo se considera charnego.

Pero ahora, con su artículo sobre lo delincuentes que son los diputados al Parlament que osan hablar castellano, se despeja cualquier duda: como sospecharon los lectores de El País, Vidal odia a los charnegos, y ese odio a veces se traduce en actos fallidos (como en la definición del crucigrama) y otras veces en diatribas conscientes (como en el artículo Els quinquis). Y en cuanto a la alusión a su apellido materno andaluz, pues muy sencillo: es el "yo tengo un amigo gay" de los homófobos.

jueves, 18 de enero de 2018

Una guía de la manipulación de TV3 para "observadores internacionales"

Uno de los procedimientos favoritos del separatismo es encontrar a algún extranjero que diga algo a favor de la independencia de Cataluña o en contra de España. A continuación ese extranjero es ungido como autoridad internacional en el tema, y su opinión es elevada al rango de verdad revelada. La clave del asunto está en que el separatismo está dispuesto a invertir mucho tiempo --y presupuesto-- en identificar y promover a esos opinadores, mientras que el constitucionalismo no ha hecho un esfuerzo equivalente. Por eso a veces, sobre todo en los períodos en que la atención sobre el tema catalán disminuye, puede dar la sensación de que el separatismo está ganando la batalla de la propaganda y de las ideas; y ello es efectivamente así, pero solamente hasta que el tema salta a la primera plana, que entonces sí los medios serios internacionales se ponen las pilas, investigan realmente el asunto y con dos o tres artículos desmontan completamente a esa farsa que es el independentismo catalán.

En realidad basta con prestar simplemente un mínimo de atención para darse cuenta de lo fraudulentas que son las "opiniones internacionales" a favor del separatismo. Por ejemplo, si uno lee titulares como Un expert de l'ONU demana no suspendre l'autogovern català, Un expert de l'ONU reclama a Juncker que faci de mediador a Catalunya, Un expert de l' ONU assegura que l'autodeterminació és un dret relacionat amb la democràcia, Un expert de l'ONU afirma que la UE ''calla'' davant l'empresonament de Junqueras, Forn i els Jordis..., uno puede quedar impresionado ante el inmenso apoyo que está recibiendo el independentismo desde las Naciones Unidas; hasta que repara en que (a) el "experto" es en todos los casos el mismo (Alfred de Zayas), y (b) no es un funcionario de las Naciones Unidas, sino un relator independiente que habla en nombre suyo y no de la Organización. Similarmente, en cualquier noticia favorable al independentismo que empiece con "Una diputada sueca...", uno puede tener la seguridad de que la legisladora en cuestión es inexorablemente Bodil Valero, del partido Verde y completamente irrelevante en el panorama político escandinavo. De esa manera, lo que es presentado como un aluvión de opiniones favorables al separatismo suele ser en realidad la misma opinión dicha muchas veces por la misma persona, que por algún motivo se encariñó con Cataluña y además la confunde con el independentismo.

En estos días vemos nuevamente en marcha ese mecanismo de propaganda. Desde el separatismo se está "desmontando" el "mito" de que TV3 manipula a su audiencia partiendo de un informe de ¡observadores británicos!


Caramba, si son británicos su opinión no puede menos que ser válida. Después de todo, ellos dejaron votar a los escoceses (y a los Bréxiters, aunque esto último por algún motivo los independentistas no lo mencionan). Jaque mate al unionismo franquista y facha.

Pero el espectador avisado inmediatamente puede llegar a preguntarse quiénes son esos británicos observadores. No se trata de Amnesty International ni de Human Rights Watch sino de unos tales Democracy Volunteers, cuyo informe está colgado en un blog de WordPress.  Aun con todo el respeto que me merece WordPress (y lo digo como usuario de Blogger), las entidades serias, consolidadas y reconocidas tienen sus propios dominios y no recurren a redes sociales, lo cual ya nos pone en un cierto estado de alerta.

Ahora bien; ¿qué dice el informe sobre TV3? Dice que en la campaña hacia el 21-D TV3, a diferencia de las estaciones españolas, mostró "cobertura proporcional con equilibrio entre los dos bandos del diferendo independentista". Para eso se basan en las "actitudes" detectadas en las noticias políticas emitidas, que, según el informe, se inclinarían en un 38% por el independentismo y en otro 38% por el "unionismo" (ya la selección de este término quita imparcialidad al informe, al usar la palabra separatista, mientras que los constitucionalistas preferimos "constitucionalismo"), siendo el resto neutral.

Lamentablemente, los "observadores británicos" no comparten el sistema y los criterios que usaron, pero ese equilibrio que detectan sólo revela fallas metodológicas de envergadura en su investigación. Yo no pongo en duda que, al menos durante la campaña electoral, TV3 haya entrevistado a igual número de separatistas que de constitucionalistas. Tampoco tengo dudas de que se hayan mostrado actos separatistas en la misma medida que actos constitucionalistas. Pero ese equilibrio cuantitativo queda completamente contrarrestado por el aspecto cualitativo, que aparentemente el estudio no investigó.

Como ejemplo, veamos esta noticia de TV3 emitida durante la campaña electoral:


Dejuni col·lectiu a Cornellà pels presos polítics. El promou FamDeLlibertat

13/11/2017

FamDeLlibertat és una organització que proposa els dejunis col·lectius com a eina d'enfortiment personal i social per lluitar contra les injustícies. A Cornellà s'hi han afegit i al Casal Parroquial volen mantenir un grup fent dejuni fins a les eleccions. Els voluntaris han d'acceptar control mèdic i comprometre-se a prendre només aigua durant un mínim de dos dies i un màxim de set. 

Es posible que Democracy Volunteers ni siquiera haya consignado este reporte como noticia política. Pero lo es, porque detrás de la inocente información de una medida de protesta en favor de ciertas personas encarceladas, TV3 nos cuela dos conceptos que toma como premisas: esas personas son presos políticos, y su encarcelamiento forma parte de "les injustícies". TV3 adopta, así, el punto de vista (y la terminología) separatista en un tema que tiene dos puntos de vista.

Para que existiera el "equilibrio" que Democracy Volunteers detecta, tendría que poderse mostrar alguna noticia en que TV3 titulara "Tal y cual asociación protesta contra el golpe de estado parlamentario del 6 y 7 de septiembre". Es decir, si TV3 asume el lenguaje del separatismo en una noticia, la única manera de equilibrarlo sería asumir el lenguaje del constitucionalismo en otra noticia, cosa que no ha hecho (aunque lo mejor, obviamente, sería no adoptar ningún lenguaje partidario).

Un estudio serio de TV3 tendría que partir de una observación minuciosa de su comportamiento a lo largo de los años (no sólo en los períodos electorales) y la identificación de los mecanismos que todos conocemos. TV3 nunca va a decir "ciudadanos, tienen que votar al independentismo". Es más sutil que eso, aunque no tanto como para que los ciudadanos no los hayamos calado. Por eso, todos aquellos que estamos sometidos a la emisora todo el tiempo (no sólo cuando hacemos de "observadores") podríamos sugerirles a los comunicólogos internacionales que investigaran los siguientes mecanismos que TV3 usa para adoctrinar "sin que se note el cuidado":

  1. TV3 comparte agravios que solo sienten los separatistas, y sugiere que todos los espectadores tendrían que sentirlos. Por ejemplo, el 2 de noviembre, tras conocerse la orden de captura hacia el Govern cesado por el artículo 155, el programa cómico Polònia no fue emitido. En pantalla se vio una placa que rezaba “Avui no hi ha programa. No tenim ganes de riure”. TV3 involucró así a toda su audiencia en una protesta y en una falta de ganas de reír que solamente los separatistas podían experimentar. Por supuesto, TV3 no sintió una congoja comparable cuando la mayoría independentista del Parlament votó una Ley de Transitoriedad Jurídica que abolía los derechos del 43% de la población; aquel día su parrilla de programación fue rigurosamente respetada.
  2. TV3 a veces emite, es cierto, noticias favorables al constitucionalismo. Pero en tal caso, invariablemente trae a continuación un experto del separatismo para comentar y, finalmente, refutar la noticia, mientras que jamás trae a un analista partidario de la legalidad para desmontar las noticias favorables al Procés.
  3. TV3 hace humor con el separatismo y con el constitucionalismo. Pero con el separatismo el humor es amable, empático, compasivo; se centra más bien en lo ilusos o ingenuos que son, en lo excesivo o irreflexivo de su entusiasmo, en la mala suerte que tuvieron o en sus inofensivas peleas internas. Mientras que con el constitucionalismo el humor es acre, resentido y deshumanizante. En un ejemplo extremo, Empar Moliner quemó una Constitución en protesta por la decisión del TC de tumbar la llamada Ley de Pobreza Energética, aparentemente indignada por la insensibilidad del Constitucional hacia la gente de bajos recursos. Pero cuando Artur Mas promulgó la Ley del Euro por Receta, que exigía a los consumidores pagar 1€ de más cada vez que compraban algo en la farmacia, nadie en TV3 se sintió impelido a quemar el Estatut o el programa electoral del expresident.
  4. En sus tertulias, TV3 incluye tanto a separatistas como a constitucionalistas. ¡Todos los puntos de vista están representados! Sí, pero mientras que en la población hay 43 constitucionalistas por cada 47 separatistas, en las tertulias se suele ver a un partidario de la legalidad debatiéndose con cuatro o cinco defensores de la unilateralidad que en lugar de refutarlo le hacen bullying. Por ejemplo, cuando se debatió en TV3 si hay o no mayoría social para la independencia, la mesa constaba de José Antich, Ferran Casas, Nacho Martín Blanco, Montse Castellà, Enric Vila y Suso de Toro. Salvo el indicado en negrita, todos los demás son separatistas rabiosos. Con esa composición de la tertulia, cualquier observador despistado se hubiera preguntado por qué se estaba siquiera debatiendo si el secesionismo tenía mayoría social. Ello sin contar con que el presentador suele brindar su inestimable apoyo a la causa haciendo preguntas incisivas al constitucionalista y asintiendo y hasta respaldando con argumentos propios las alocuciones de los separatistas.
  5. TV3 da lugar a todas las voces. Pero solamente en el caso del separatismo permite y promueve las voces más extremistas. Por ejemplo, emite un delirante documental de Jordi Bilbeny, el promotor del primer referéndum independentista que se celebró en Arenys de Munt, y que entre otras cosas sostiene que Cervantes era un escritor en catalán apropiado por España. Sería como si retransmitiera un documental de un constitucionalista que sostuviera que el catalán es un dialecto, no un idioma. Similarmente, cuando Isona Pasola presentó L'Endemà, un "documental" en que España es representada como un marido maltratador que no permite a su esposa Cataluña irse de casa, TV3 lo emitió gustosamente. En cambio, cuando Societat Civil Catalana presentó Dissidents, un documental sobre el precio social que se paga en Cataluña por enfrentarse al separatismo, TV3 se negó a emitirlo (alegando que reglamentariamente no se podía emitir videos de una asociación política, cierto; pero ¿no era que la democracia --en este caso, la igualdad de oportunidades de separatistas y constitucionalistas para acceder a la TV pública-- estaba por encima de las leyes?).
  6. En sus documentales de creación propia, TV3 solo aborda temas de interés independentista, máxime si se puede denigrar a España. Uno entiende que se proyecte un documental sobre el 1-O. Las cargas policiales ciertamente deben ser motivo de reflexión. Pero cuando Artur Mas envió a los Mossos a golpear bestialmente a los manifestantes del 15-M, con 120 heridos en Plaça de Catalunya, TV3 no sintió ninguna necesidad particular de preparar un documental al respecto.  
  7. Cuando informan sobre manifestaciones, TV3 muestra sus preferencias de una miríada de maneras. En las concentraciones separatistas brinda información sobre qué vías están libres para acceder, entrevista con simpatía a mayores y niños, relega a segundo plano los actos de vandalismo como la quema de banderas europeas. En las manifestaciones constitucionalistas, TV3 se concentra en los actos minoritarios de violencia que pueda haber, y hace comentarios como que los participantes eran "en su mayoría residentes en Cataluña, pero con raíces o familiares de todo el Estado" (video aquí). Una selección nada ingenua de palabras, donde el "residentes" en lugar de "ciudadanos" y el "pero" sugiriendo una contradicción inexistente crea en el televidente una sensación de falta de legitimidad de unos manifestantes perfectamente legítimos.

Podríamos seguir. Preguntarnos, por ejemplo, por qué se crea un programa sobre economía y "casualmente" el presentador es un separatista. O por qué en el programa para niños InfoK se elige, no menos "al azar", el asunto de los "presos políticos" como "tema del que habrás oído hablar estos días" (y no el de la fuga de empresas, que los pequeños catalanes también habrán oído nombrar). Pero la idea es clara: que la manipulación sea inteligente, y no grosera, no quita que TV3 manipule. No diciendo explícitamente las cosas, sino dándolas por sentadas con una frecuencia y omnipresencia tal que el espectador también las termina dando por sentadas.

A lo largo de los últimos años, la televisión pública catalana nos ha ido envolviendo en una nebulosa de Procés. Los resultados de las elecciones, así como los registros de audiencia, sugieren que la capacidad de atraer adeptos a la causa por esa vía tiene un techo. Lo que habría que ver es lo contrario: cuántos independentistas no se "desfrabricarían" si TV3 dejara de manipular.


jueves, 11 de enero de 2018

Prohibido defender el castellano

Andreu Pujol Mas es un historiador y escritor independentista. Se lo suele ver en tertulias televisivas y en artículos de la prensa escrita. Aunque no lo manifiesta explícitamente en su currículum de presentación para tales intervenciones, también es concejal de ERC en la localidad de Breda.

En una reciente nota en el semanario El Temps, titulada apocalípticamente "Arrassar-ho tot", Pujol Mas relata un episodio que involucra al inefable Jordi Cañas:

Dues piulades de Twitter en dos dies de diferència. La primera és de Jordi Cañas, exdiputat de Ciutadans que va haver d’abandonar el Parlament quan va ser imputat per frau fiscal. (NOTA: como apunta un lector, esta presentación de Pujol Mas es manipulativa. Jordi Cañas dimitió del Parlament por voluntad propia al ser imputado, un comportamiento muy inusual en un legislador; y su causa fue archivada al exculparlo la Fiscalía, un dato que Pujol Mas no revela.) Es queixa del fet que el Zara del Portal de l’Àngel de Barcelona està retolat en català i anglès. Dos dies després Zara li contestava públicament que “el cartell serà modificat en els propers dies per incorporar el castellà”. No és que Cañas, nascut a Catalunya, sigui tan obtús que és incapaç d’entendre el català i vagi passejant desconcertat entre calces i sostenidors quan busca la planta d’homes per comprar una corbata. No és, tampoc, que estigui preocupat pels drets lingüístics dels ciutadans de Catalunya. Si fos així, estaria indignat pel fet que el català només té una presència del 8,4% en els jutjats catalans, o que l’etiquetatge de la majoria dels productes a les prestatgeries dels supermercats és en castellà, o que la majoria de televisions que es poden veure a Catalunya no emeten ni un segon del dia en la llengua autòctona del país.

Uno aplaude la preocupación de Pujol Mas por la lengua catalana, por más que no llegue al punto de escribir correctamente el verbo arrasar, o de evitar confundir las preposiciones en y amb. Hecha esa salvedad, este párrafo es un condensado de todo lo que está mal en la cosmovisión lingüística del separatismo. Reivindicaciones razonables, pero manipuladas, se mezclan con peticiones de principio absurdas y con exigencias no menos estrambóticas en un variado cóctel de victimismo catalán.

Empecemos por el único argumento razonable de Pujol Mas: en Cataluña se celebran pocos juicios en catalán. Esto es cierto, pero no se debe a que la pérfida España ponga palos en la rueda a la presencia de jueces de habla catalana. El motivo principal, explicado (con las fuentes correspondientes) en el blog Cita Falsa, es que "el número de opositores en Cataluña a Cuerpos como Jueces, Fiscales o Letrados de la Administración de Justicia  (y en general, para cualquier Cuerpo de la Administración de Justicia) es muy inferior al que le corresponde por demografía. Y (...), por lo tanto, muchas plazas son cubiertas por opositores procedentes del resto de España".

Pero Pujol Mas no le imputa a Cañas la baja presencia del catalán en los juzgados, asunto en el cual el exlegislador naranja no tiene ninguna responsabilidad. Lo que le achaca es que no la denuncie, y en cambio sí se queje sobre la ausencia del castellano en la rotulación de las tiendas Zara. Pujol Mas viene a decir, así, que los castellanoparlantes no tenemos derecho a defender los intereses del castellano en Cataluña si al mismo tiempo no defendemos los intereses del catalán. Por supuesto, no se impone a sí mismo una exigencia simétrica: cuando pide más catalán en tal o cual ámbito, Pujol Mas no se siente en ninguna obligación de peticionar también por el castellano en los espacios de los cuales ha sido marginado, como la cartelería pública. En este último ámbito, el catalán tiene leyes y códigos que lo protegen, en tanto que el castellano está totalmente indefenso. Pujol Mas no va a intentar revertir esta lamentable situación, lo cual es comprensible. Menos comprensible es que le niegue a Jordi Cañas ese derecho, o que se lo supedite a iniciar una cruzada paralela por los derechos lingüísticos de otros idiomas.

Pujol Mas aduce que los rótulos en castellano no son necesarios, porque en catalán ya se entiende. Correcto, pero menos necesarios aún son los rótulos en catalán, ya que si estuvieran en castellano los entendería todavía más gente. Es que los separatistas no se terminan de aclarar respecto a si lo que van aducir son motivos prácticos o principistas. Por ejemplo, las quejas separatistas de que no se pueden pronunciar discursos en catalán en el Congreso de los Diputados o en la Eurocámara no se basan en ninguna necesidad real, porque los diputados catalanoparlantes pueden, todos ellos, hablar en castellano. La presencia del catalán en esos ámbitos tendría, eso sí, una fuerte carga simbólica. Pero ¿por qué solamente el catalán tiene derecho a símbolos? ¿Por qué un hablante de la lengua mayoritaria en Cataluña no tiene derecho a esperar verla usada en la cartelería? ¿Por qué, mientras que el 51% de los catalanes tienen como lengua principal el castellano (frente a un 36% que usan mayoritariamente el catalán), la señalización oficial de todas las administraciones de Cataluña "vende" una imagen de país monolingüe en catalán?

Pujol Mas se lamenta de que la mayoría de productos en las estanterías de los supermercados estén etiquetados en castellano, pero ¿qué hay de los productos locales de Cataluña etiquetados exclusivamente en catalán? ¿Por qué está bien denunciar lo primero, pero si se denuncia lo segundo ello es equivalente a "arrasar" el catalán?



Finalmente, Pujol Mas repudia el que la mayoría de televisiones que se pueden ver en Cataluña no emitan en "la lengua autóctona del país". ¿Debe Cañas protestar por una cuestión esencialmente de mercado? Producir un programa de televisión cuesta mucho. Poner un cartel en tres lenguas en vez de dos, en cambio, no cuesta nada.

Y ahí está la diferencia clave entre los agravios que sufre el castellano en Cataluña y los que supuestamente experimenta el catalán. Cuando el catalán es excluido (que lo es, indiscutiblemente, en muchos ámbitos), hay explicaciones eminentemente prácticas y racionales para dicha exclusión: el engorro que supondrían las traducciones simultáneas en el Congreso; las demoras que implicaría reciclar a cada funcionario del Poder Judicial que se trasladara a Cataluña en un lenguaje tan especializado como el del Derecho; la falta de rentabilidad de los doblajes cinematográficos en catalán cuando ya se dispone de versiones en otra lengua entendida por el 100% de los catalanes... Quizá se podría hacer un poco más por el catalán, pero lo que no hay es una intención deliberada de suprimirlo. En cambio, cuando se margina al castellano se lo hace en la plena consciencia de la exclusión y sin ninguna ventaja económica o de otro tipo que la explique. Y si algún castellanoparlante se queja, se lo combate con las armas favoritas del separatismo: el escarnio y la deslegitimación públicos.

lunes, 8 de enero de 2018

"El castellano ya lo aprenden en la TV y en el entorno"

Como muchos independentistas, el tuitero @Raulmuto relató en un gorjeo una experiencia que presuntamente ilustraría la gran solidaridad internacional con el movimiento separatista catalán:


Las reacciones no se hicieron esperar, y Raül recibió la befa de sus lectores, por ejemplo:



Desde que se inauguró la moda de los lazos amarillos historias de este tipo han cundido por centenares en las redes sociales. En algunas versiones el separatista involucrado hasta es homenajeado con gestos materiales, como el no cobro de un viaje en taxi, o una invitación a desayunar. En este caso, el uso de un gentilicio erróneo para los ciudadanos de la República Oriental del Uruguay parece ser la pistola humeante que denuncia inequívocamente el bulo.

Sin embargo, yo voy a partir una lanza por @Raulmuto. Al menos teóricamente es posible que le haya ocurrido lo que relató, o que esté convencido de que le ocurrió. Como hablante nativo del dialecto rioplatense, sé muy bien que un uruguayo no sólo no diría jamás "uruguayano", sino que tampoco usaría formas verbales y pronominales como "oye", "tenéis" o "vosotros", sino que diría "oíme", "tienen" y "ustedes", como se estila en aquella región. Pero ello no obsta para concederle a Raül el beneficio de la duda. ¿Por qué? Porque cuando reportamos lo que alguien nos dijo, no lo hacemos en la lengua o dialecto en que originalmente lo expresó, sino en nuestra propia lengua o dialecto. Reproducimos sus conceptos, pero con nuestras palabras.

Y ese es precisamente el problema. No que Raül haya presuntamente inventado una historia, sino  que su palabra castellana para "uruguayo" sea "uruguayano". Su exposición al castellano ha sido tan escasa que no conoce de primera mano un gentilicio relativamente frecuente, y en cambio lo elabora adaptando la palabra catalana uruguaià, que esa sí la sabe.

Cuando se reclaman más horas de castellano en la escuela, la respuesta separatista suele ser que no es necesario, ya que el castellano tiene una presencia ambiental tan grande (en la calle y en la televisión) que la gente termina aprendiéndolo sin necesidad de que la escuela actúe. Al oír hablar a las nuevas generaciones de catalanes no queda demasiado claro que esa transmisión osmótica realmente esté ocurriendo. Las peticiones de principio de que los alumnos van a entrar en contacto social con castellanoparlantes, o de que van a ver la televisión española, son desmentidas por la inseguridad de hablante extranjero que evidencian al expresarse en castellano, y que se refleja en el uso de unidades léxicas inexistentes como desenvolupar, judicio o tractamiento. Efectivamente, es posible, y está ocurriendo, que un catalán atraviese la niñez y adolescencia y llegue a la edad adulta sin apenas relacionarse con gente de habla castellana, y viendo exclusivamente TV3. La inmersión lingüística condenará a ese hablante a no desarrollar la fluidez y seguridad necesarias para relacionarse con la mayoría de catalanes que habla castellano, por no mencionar a los 500 millones de otras personas que lo tienen como lengua materna.

Pero lamentablemente, nada hace pensar que los responsables de educación del sector separatista revisen unas políticas que también a ellos les convendría cambiar. Si no para mejorar el bagaje lingüístico de la población catalanoparlante, al menos para incrementar la credibilidad de sus espadachines en Twitter.


martes, 2 de enero de 2018

El día que la fábrica de independentistas dejó de producir

Apenas se conoció el recuento del 21-D me sorprendió la reacción casi unánime de la prensa, que describió los resultados como una derrota sin atenuantes para el Gobierno de Rajoy y un fracaso sin paliativos para el constitucionalismo. A diez días de los comicios, y ya con todas las variables estabilizadas y decantadas, no me parece, ni mucho menos, que ese sea el caso.

El 21-D fue en cierta medida un anticlímax. Se esperaba que las elecciones arrojaran un resultado decisivo --ya fuera a favor o en contra de la independencia-- y al final terminaron no decidiendo nada. Sin embargo, creo que de los dos bloques el constitucionalista es el que tiene más aspectos para celebrar. Es cierto que desde este sector se hablaba de una mayoría silenciosa que se vería reflejada en las urnas, y que existía la expectativa de que esos votantes podrían volcar la elección a favor de los partidarios de la legalidad, cosa que no ocurrió. En mi opinión, quien abrigó esa esperanza es porque sencillamente no había hecho las cuentas. Para ello se hubiera necesitado un aumento de la participación a niveles casi imposibles en una democracia con voto optativo, y además se hubiera necesitado que una mayoría abrumadora de esos votos fueran al PP, PSC o Cs. En los resultados finales, los constitucionalistas crecieron (con respecto al 2015) en  189.928 votos, los separatistas en 112.832 y los comunes disminuyeron en 41.253. Con estas cifras es fácil comprobar que los votantes nuevos se inclinaron por el constitucionalismo en un 56,7%. La suposición de que el votante anteriormente abstencionista se opondría mayoritariamente a la secesión era parcialmente cierta, no así la creencia acientífica de que ningún abstencionista pasaría a apoyar al independentismo.

Por otra parte, por más que una vez conocidos los resultados el separatismo ajustara su discurso para cantar victoria, lo cierto es que este sector tenía grandes expectativas puestas en superar el 50% de los votos. Esto expresaba, por ejemplo, la anterior socialista, y ahora independentista rabiosa, Marina Geli:



Así se manifestaba, por su parte, el no menos furibundo separatista Mark Serra:




Por otra parte, el 2 de diciembre Vilaweb informaba:
JxCat, ERC i la CUP es marquen com a objectiu que les tres candidatures independentistes sumin una majoria en vots i escons per reforçar el resultat de l’1-O i enterrar el 155. 
Mientras tanto, El Nacional reportaba así una entrevista a Artur Mas:
El expresident ha dado por hecho que si se consigue el 50% de votos, la hoja de ruta de la independencia se "tiene que mantener".
El motivo de este sueño húmedo secesionista está en parte resumido en el posteo de Mark Serra. Desde hace mucho tiempo campea la creencia de que el Gobierno de España, el Partido Popular y Mariano Rajoy en particular actúan como una virtual fábrica de independentistas, y que con cada uno de sus respectivos actos o declaraciones nace un nuevo separatista en Berga, Mollerussa o aun Santa Coloma de Gramenet. Esta noción intuitiva ha demostrado ser errónea.

Así, las cosas, estamos en condiciones de sostener que los resultados del 21-D, sin ser óptimos para la causa de la legalidad y la Constitución, la han dejado en una situación bastante buena, y mucho mejor de hecho que la que reinaba con anterioridad a esos comicios. Podemos resumir los motivos de nuestro optimismo en los siguientes puntos.


  1. El independentismo pasó del 47,8% de los votos en 2015 al 47,5% en 2017. Es decir que pese a los distintos acontecimientos que supuestamente habrían enardecido a la población (inhabilitación de Mas y Homs, represión del 1-O, encarcelamiento de los Jordis y consellers, exilio de Puigdemont en Bruselas, traslado de las obras de Sijena), la base social del separatismo no se ensanchó ni un milímetro. La nueva trampa al solitario que se están haciendo es que aumentaron en número absoluto, gracias al crecimiento de la participación, y que superaron por primera vez la barrera psicológica de los 2 millones. Pero el nivel de apoyo social se mide en porcentajes, y estos casi no variaron. La fábrica de independentistas, si es que alguna vez existió, definitivamente dejó de producir.
  2. Por el contrario, el constitucionalismo pasó del 39,1% en 2015 al 43,4% en 2017. Esto es, el electorado que se posiciona inequívocamente a favor de la unidad de España crece en lugar de disminuir, y lo hace tanto por la incorporación de votantes anteriormente abstencionistas como a expensas de las fuerzas que adoptan una posición ambigua al respecto (antes CSQEP, ahora CeC). Se sabía que existía un electorado cautivo que votaría independentista pasara lo que pasara. La novedad consiste ahora en haber constatado que existe un voto constitucionalista impermeable a cualquier manipulación, y que en un ejercicio de madurez cívica votará en defensa propia por las fuerzas de ese signo por más que rechace la brutalidad policial del 1-O.
  3. Como resultado de los puntos anteriores, el separatismo ve disminuidas sus opciones respecto al 2015. Al estancarse en porcentaje de votos y bajar de 72 a 70 diputados, no queda con autoridad moral de ir más allá de lo intentado en la anterior legislatura. Ya gastó sin éxito la opción nuclear de la unilateralidad, y con estos nuevos números no está habilitado para reactivarla. Solamente podría volver a transitar esa senda si en estos comicios hubieran traspuesto la frontera del 50% de votos; o si hubieran aumentado significativamente su porcentaje de sufragios; o si, al menos, las opciones constitucionalistas hubieran retrocedido. Nada de ello ocurrió, por lo que la unilateralidad no será una opción en lo que dure esta nueva legislatura.
  4. El nuevo constitucionalismo es mucho más desacomplejado en su defensa de España que los anteriores contingentes de esa tendencia en el Parlament. No es lo mismo 3 diputados hablando castellano y defendiendo al Estado en 2010 que el robusto bloque de 36 diputados que se expresarán en esa lengua y se manifestarán españoles sin ambages en 2018. Estos legisladores de Cs, que a ellos nos referimos, a su vez presionarán, ya han presionado, al PP y al PSC para ser más explícitos y desembarazarse de complejos, respectivamente, con respecto a su hispanidad, si es que no quieren seguir perdiendo sufragios en favor de la opción naranja. Por otro lado, los números son ahora suficientes para empezar a cuestionar el monolingüismo de la Generalitat e inclusive la inmersión lingüística desde las comisiones de la Cámara. No se ganará ninguno de esos combates --el rodillo separatista no tendrá ninguna piedad en aplastar cada iniciativa en ese sentido--, pero la cuestión empezará a estar sobre el tapete, y, más importante aún, perderá su condición de tabú, primer paso hacia la aceptación de la realidad de una Cataluña genuinamente bilingüe. 
  5. Todo el mundo, desde los partidos hasta el pueblo, ha avalado el 155 con su participación entusiasta en las elecciones. De hecho, se da la singularidad de que los comicios de mayor participación de la historia autonómica de Cataluña han sido convocados por Mariano Rajoy. Esto es importante para legitimar esta aplicación del 155 pero, sobre todo, de cara a posibles futuras implementaciones de este artículo. El principismo a ultranza (que habría sido representado, en este caso, por la decisión de boicotear las elecciones) es otra opción de la cual el separatismo se ha autoexcluido, y no resultaría creíble en el futuro bajo condiciones similares.
El 2018 comienza, así, con un cúmulo de incertidumbres, sí, pero sin la espada de Damocles que pendía sobre la cabeza de Cataluña al iniciarse el 2017. El intento de una minoría del país de proclamar un Estado que no tiene sustento legal ni social fue detenido por la acción decidida del Gobierno central y, no menos importante, por la movilización de la parte de la sociedad catalana que se opone a ese tipo de irresponsables proclamaciones. De las elecciones del 21-D surgirá un gobierno inconveniente para la economía de Cataluña y España, capitaneado por actores muy parecidos a los que ya se cargaron oportunidades históricas como la de la radicación de la Agencia Europea del Medicamento. Pero lo que no surgirá es un gobierno que pueda reunir al Parlament y votar una declaración fallida, otra más, de independencia de Cataluña. Y eso es una buena noticia.