lunes, 8 de enero de 2018

"El castellano ya lo aprenden en la TV y en el entorno"

Como muchos independentistas, el tuitero @Raulmuto relató en un gorjeo una experiencia que presuntamente ilustraría la gran solidaridad internacional con el movimiento separatista catalán:


Las reacciones no se hicieron esperar, y Raül recibió la befa de sus lectores, por ejemplo:



Desde que se inauguró la moda de los lazos amarillos historias de este tipo han cundido por centenares en las redes sociales. En algunas versiones el separatista involucrado hasta es homenajeado con gestos materiales, como el no cobro de un viaje en taxi, o una invitación a desayunar. En este caso, el uso de un gentilicio erróneo para los ciudadanos de la República Oriental del Uruguay parece ser la pistola humeante que denuncia inequívocamente el bulo.

Sin embargo, yo voy a partir una lanza por @Raulmuto. Al menos teóricamente es posible que le haya ocurrido lo que relató, o que esté convencido de que le ocurrió. Como hablante nativo del dialecto rioplatense, sé muy bien que un uruguayo no sólo no diría jamás "uruguayano", sino que tampoco usaría formas verbales y pronominales como "oye", "tenéis" o "vosotros", sino que diría "oíme", "tienen" y "ustedes", como se estila en aquella región. Pero ello no obsta para concederle a Raül el beneficio de la duda. ¿Por qué? Porque cuando reportamos lo que alguien nos dijo, no lo hacemos en la lengua o dialecto en que originalmente lo expresó, sino en nuestra propia lengua o dialecto. Reproducimos sus conceptos, pero con nuestras palabras.

Y ese es precisamente el problema. No que Raül haya presuntamente inventado una historia, sino  que su palabra castellana para "uruguayo" sea "uruguayano". Su exposición al castellano ha sido tan escasa que no conoce de primera mano un gentilicio relativamente frecuente, y en cambio lo elabora adaptando la palabra catalana uruguaià, que esa sí la sabe.

Cuando se reclaman más horas de castellano en la escuela, la respuesta separatista suele ser que no es necesario, ya que el castellano tiene una presencia ambiental tan grande (en la calle y en la televisión) que la gente termina aprendiéndolo sin necesidad de que la escuela actúe. Al oír hablar a las nuevas generaciones de catalanes no queda demasiado claro que esa transmisión osmótica realmente esté ocurriendo. Las peticiones de principio de que los alumnos van a entrar en contacto social con castellanoparlantes, o de que van a ver la televisión española, son desmentidas por la inseguridad de hablante extranjero que evidencian al expresarse en castellano, y que se refleja en el uso de unidades léxicas inexistentes como desenvolupar, judicio o tractamiento. Efectivamente, es posible, y está ocurriendo, que un catalán atraviese la niñez y adolescencia y llegue a la edad adulta sin apenas relacionarse con gente de habla castellana, y viendo exclusivamente TV3. La inmersión lingüística condenará a ese hablante a no desarrollar la fluidez y seguridad necesarias para relacionarse con la mayoría de catalanes que habla castellano, por no mencionar a los 500 millones de otras personas que lo tienen como lengua materna.

Pero lamentablemente, nada hace pensar que los responsables de educación del sector separatista revisen unas políticas que también a ellos les convendría cambiar. Si no para mejorar el bagaje lingüístico de la población catalanoparlante, al menos para incrementar la credibilidad de sus espadachines en Twitter.


6 comentarios:

  1. Abraham, como bien sabes, el objetivo de la inmersión no es sólo el impulso del catalán, sino la laminación sistemática del castellano y la desvinculación con el resto de España. Los perjuicios de la inmersión los sabemos nosotros y los saben los dirigentes catalanes. Luego está el sector político aborregado que lo da por bueno por ser políticamente correcto.

    Aprovecho para enlazar un tuit que me hizo mucha gracia.

    https://twitter.com/mejoreszasca/status/942783420547117056

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    1. Efectivamente. La inmersión, como muchas otras medidas de política lingüística, tiene un doble objetivo: el declarado (proteger el catalán) y el implícito (perseguir el castellano). Es más; en muchos casos, como en el de las ordenanzas de rotulación, el único objetivo importante es el implícito. Más sobre esto en futuro post.

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  2. Pues sí, de lo que se trata es de marginar el castellano y todo lo que tenga que ver con España. Y ésta debería ser, a mi entender, la próxima batalla política.

    Una vez salidos del armario y perdido el miedo, los que no aceptamos imposiciones nacionalistas, deberíamos afrontar éste problema en dos frentes: el de la utilidad y el de los derechos.

    No creo que haga falta perder mucho tiempo para demostrar los perjuicios que acarrea marginar el castellano en las generaciones que se forman en la escuela pública catalana (sí, la pública, donde van la mayoría y no precisamente de las clases más altas que se pueden pagar sus escuelas de élite trilingües), lo cual a su vez provoca que no se atrevan a promocionar una tercera lengua (inglés o francés) ya que políticamente no podrían sostener que ésta lengua fuera vehicular y el castellano no lo fuera. Por tanto, la exigencia del dominio de la tercera lengua me parece el camino para recuperar el castellano.

    Respecto a los derechos, debemos partir de la base que el propio catalanismo ha sentado con el programa de inmersión: el derecho de los padres a escoger la lengua en que se educan sus hijos debe supeditarse a un bien superior que es el de no dividir la sociedad según la lengua, garantizando que todos los alumnos dominen las dos lenguas oficiales en igual medida, por lo que se le da más peso a la lengua, en teoría, más desfavorecida. Se esté de acuerdo o no, éstas son las bases del modelo lingüístico catalán, el problema es que ellos mismos no lo han respetado tal y como se ha podido apreciar en las escuelas donde los tribunales han obligado a un porcentaje de horas de clase en castellano. No será difícil encontrar documentos en la red donde, en medio de las manifestaciones-escraches en contra de las sentencias, más de uno y más de dos padres o madres, manifiestan sentirse pisoteados en su derecho a que sus hijos reciban las clases en catalán...
    Ahí es donde se les ha pillado con el carrito del helado. ¿Hay un derecho de los padres a escoger lengua? ¿Es un derecho sólo de los catalano-parlantes?...
    ... Y, que yo recuerde, nadie ha rebatido o matizado estas manifestaciones.

    Por tanto, si de derechos se trata, hablemos de derechos.

    Acabo, no estaría de más que en alguna encuesta se incluyeran preguntas especificas sobre el modelo lingüístico preferido para la escuela. No recuerdo ninguna y, creo que serían muy ilustrativas.

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    1. El nacionalismo catalán ha actuado con una perversión casi orwelliana en el tema de la lengua. Nunca plasmó de manera oficial su objetivo supremo de destruir el castellano. Simplemente se promulgaba una teórica igualdad de derechos y a continuación se instrumentaban los medios para que sólo uno de los sectores, el catalanoparlante, pudiera ejercerlos. O bien se dictaban medidas draconianas que aparentemente afectaban a todos los idiomas que no fueran el catalán (la de rotulación de tiendas, por ejemplo), pero solamente se exigía su cumplimiento en el caso del castellano (si el rótulo está en inglés no pasa nada). Así, de una forma sibilina se estableció todo un sistema social de persecución del castellano, apoyado también por las instituciones, a las cuales se les da dinero y premios (Plataforma per la Llengua), así como por miles de voluntarios en puestos claves (la directora de instituto que reconviene a dos profes por hablar en castellano en el pasillo, por ejemplo, cosa denunciada infinidad de veces por los docentes, pero imposible de probar porque no hay nadie grabando los reproches). Todo es sutil, pero al mismo tiempo asfixiante.

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  3. Gracias por la entrada. Mi experiencia de década y pico en el sistema académico-científico catalán es lamentablemente coincidente: incluso en el sector (supuestamente) más educado de la población, se puede llegar a optar a un doctorado (recordemos, la máxima titulación académica del sistema universitario español) sin necesitar un conocimiento suficiente del idioma español. Cuando menos curioso, ¿no?
    Y esta extraña situación tiene al menos dos derivadas interesantes:

    - Como también menciona Quirze, las terceras lenguas se ven también perjudicadas. Las deficiencias en inglés persisten y se cronifican, aunque en este caso los alumnos sí son conscientes del problema, lo reconocen como tal, y la mayoría agradece la ayuda que se les pueda prestar. El contraste es que los problemas con el castellano simplemente se reconocen sin dar la menor importancia: "yo es que parlo muy malamente el castellano" (o pseudo-traducción similar), así sin más, sin ningún complejo.

    - La sorpresa de los extranjeros. La mayoría de estudiantes o investigadores que llegan a Cataluña han hecho un acercamiento previo en sus países de origen al idioma que esperan sea el más común en Barcelona (la segunda ciudad de España, no lo olvidemos), es decir: al español. Cuando aterrizan y empiezan a relacionarse con sus nuevos compañeros, tardan en acostumbrase a una situación muy peculiar en la que todos entienden el castellano, pero una parte importante del personal local lo habla a veces incluso peor que ellos (que son extranjeros), y habitualmente no lo emplea nunca... si se ve en la necesidad de hacerlo, simplemente explica que lo habla fatal porque no le hace falta para su vida. El pobre visitante, sobre todo si no va a estar una temporada suficientemente larga para justificar un esfuerzo adicional por aprender otro idioma, acaba desinteresándose del caso... y espero que se lo tome como una "peculiaridad" más o menos simpática (aunque tengo mis dudas: para mi que simplemente regresan perplejos y sin entender nada).

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    1. Curiosamente, Juan, yo he tenido la experiencia inversa con extranjeros: venían a Barcelona con la expectativa de que todo sería exclusivamente en catalán, y cuando veían que la mayoría de conversaciones eran en castellano no entendían nada. A esos visitantes yo les he explicado que el castellano tiene una implantación de muy antigua data en Cataluña, y que existe toda una tradición literaria en castellano con autores antiguos y actuales como Mendoza, Ruiz Zafón, Falcones, Azúa, Cercas... Se han ido con una imagen diferente, y más real: la de la Barcelona mestiza, no la de la ciudad homogéneamente catalanoparlante que el separatismo ha logrado vender, con la complicidad de los perezosos medios de comunicación anglosajones.

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